Dentro de los re-descubrimientos más importantes que he tenido a lo largo del último par de años, mi amor nostálgico por Dragon Ball tiene que ser uno de los más importantes. Cuando era un niño, ver la continuación dial de las aventuras de Goku, Gohan, Piccolo, Krilin y Vegeta en Canal 5 era un acto religioso.
En la escuela, por años, todo se trató solo sobre Dragon Ball. Los juegos en el recreo, representando las batallas épicas de los personajes; los tazos y álbumes de estampas que coleccionábamos con obsesión. No importaba que ya habían pasado diez años del fin de Dragon Ball Z, el impacto perduró y se mantuvo hasta que llegué a la secundaria. Una vez ahí, le di la espalda, al igual que al fútbol y a otras tantas pasiones que tenía, debido a que lo empecé a ver como -inmaduro- o -demasiado masculino-.
No tengo idea del por qué, pero una de las mayores luchas que he tenido desde niño ha sido la visión de que lo arquetípicamente masculino es estúpido o sin cerebro. Desde que era un niño pequeño, prefería jugar con Barbies que con Max Steel debido, creo yo, a una pulsión -punk- de siempre querer hacer y ser lo que no se esperaba de mí por el hecho de ser hombre. Puede que esto sea demasiado pretencioso, sobretodo por la época en la que vivimos, pero es algo que siempre tuve en mí y un enfoque que terminó por adoptar o desechar lo que consumía y lo que no durante muchos años de mi vida.
Es por ello que en mi nuevo acercamiento al universo de los saiyajin, me sorprendí ante su riqueza, no solo de su mundo, si no de su comentario y de lo increíbles que son sus personajes. Un maratón titánico con mi familia de todos los episodios de Dragon Ball Super, solo para ver de que trataba, se convirtió, de nuevo, en un nuevo acto religioso en el cual todos quedamos embobados por el carisma de este grupo de luchadores intergalácticos.
Al momento, le di bastantes lecturas a nuestra nueva obsesión. Pensé en lo adictivo que era el hecho de estar viendo una y otra vez cómo un pequeño grupo de personajes tenían que superarse para derrotar a su próximo contrincante, siempre consiguiéndolo después de un mar de sacrificios, sangre y lágrimas. Un golpe de motivación, testosterona pura para seguir con nuestra vida. Para alguien motivado en objetivos específicos, no hay nada mejor que un ejemplo a seguir como Goku, que se olvida de todo y encuentra la forma de mejorarse a sí mismo hasta conseguir lo que quiere.
Sin embargo, después pensé en el episodio que nos ganó a todos y que transformó ese momento de zapping televisivo en una sesión de días con pequeños espacios de descanso, para comer y dormir, en los intermedios. No se trató de una pelea, tampoco de un entrenamiento infinito. El episodio trata sobre Vegeta. Vegeta cumpliendo la promesa que le hizo a su hijo Trunks de llevarlo al parque de diversiones.
En el capítulo lo vemos siendo un hombre de familia, un macho tosco con camisa rosada que sigue los pasos de su esposa Bulma y de su niño de cabello color púrpura por todos lados. El centro comercial, los helados, el buffete de restaurante, el parque de diversiones y un concierto en la playa. Un día soñado. Solo que, Vegeta no es una persona normal, es el Príncipe de los Saijayin y tiene un carácter complicado a causa de su gran masculinidad. Al final, no logra aguantar a toda la gente a su alrededor en el show musical, sale volando antes de golpear a todos, toma unos minutos de introspección en lo más alto de una montaña y vuelve con su familia para terminar el episodio, comiendo, mientras se burla del agradecimiento de Trunks por haber cumplido su promesa.
Es interesante. Pero todo el carisma de Vegeta está basado en el daño que le ha causado esa Masculinidad Tóxica. Ese episodio es más tenso y divertido que cualquier pelea de la serie porque en el fondo, el personaje está lidiando con su batalla más importante. Al estar seleccionando vestidos con su esposa y disfrutando de un helado con su hijo, está demostrando que evolucionó. Ya no es el hombre estúpido a quien solo le importaba ser el personaje más fuerte de la serie, ahora está más interesado en su familia, en cuidarla y en cuidar de sus sentimientos.
Vegeta es divertido de ver porque no se burlan de él cuando lava los trastes, recoge a su hijo del colegio o decide no ir a la pelea más importante para la humanidad porque prefiere quedarse a cuidar de Bulma, estando embarazada. Se hace una burla, un guiño a su ridículo cuando algo afecta a su hiper-masculinidad y en el cómo la muestra, cuando sale a relucir en situaciones ordinarias.
Él sufre por ella, durante todo su arco, sufre de verdad. Por no poder ser tan fuerte, por no haber sido el elegido como el primer super-saiyajin, por no poder obtener venganza ante Freezer. Lo vemos llorar mil y un veces debido a que no puede ser tan fuerte como Goku, por no poder convertir la mentira que se dice en todos los episodios, que él será el guerrero más poderoso del universo, en una realidad. Las escenas más dramáticas de la serie no son peleas, son close-ups de Vegeta lloriqueando por no ser lo suficiente y es a través de ellos que logramos empatizar con él y ver su crecimiento como personaje.
A él lo conocimos como un ser arrogante, cruel y sin un toque de empatía. Su pesadilla nació ante su derrota contra Goku, un luchador hijo de guerreros de rango bajo, muy distintos a la familia real de Vegeta. Sin embargo, se acrecentó cuando se dio cuenta de que él no podría cumplir su misión de tomar venganza ante Freezer, un personaje de género no-binario que destrozó a su raza por un capricho. Tras fallar en su intención de ser el hombre más poderoso del universo, su tensión creció a tal punto en que lo único que hace por varias temporadas es entrenar, ejercitándose por años para volver a ver cómo su orgullo se hace pedazos al ser derrotado por la Androide Número 18, una chica.
Él se apacigua al terminar la saga de Cell, con Goku muerto y con el nacimiento de su hijo, Trunks. Contrario al personaje principal, Vegeta toma una posición activa dentro de su vida familiar. Empieza a desarrollar una relación cada vez más activa con Bulma y decide tomar responsabilidades para asegurar el bienestar de todos a su alrededor. Además, es interesante remarcar que él no es el soporte económico de la familia. Su esposa lo es, quien, a su vez, es un personaje muy fuerte dentro de la serie. Sin ella y sin su talento como ingeniera, los demás no podrían lograr sus hazañas.
Nosotros aclamamos a Vegeta y nos emocionamos cuando pelea, tanto con sus músculos, como con sus sentimientos, porque lo hemos visto crecer. Su desarrollo no es como guerrero, es como un hombre que entra en contacto con sus emociones y logra hacer algo de ellos. Al deshacerse de sus características hiper-masculinas, logra generar vínculos sociales, amistades y relaciones amorosas, de padre y maestro, que terminan siendo los verdaderos motivadores del personaje en Dragon Ball Super. En ella, lo único que hace es proteger a sus seres queridos, no está interesado en sí mismo.
Jiren: Ya terminó nuestro duelo. Sin embargo, ¿qué te impulsa a levantarte tanto? ¡Respóndeme!
Vegeta: No lo sabes. Aunque te lo dijera, un insensible como tú no podría entenderlo. ¡No sabes lo que es pelear para proteger a los que quieres!
De esta forma, creo que Dragon Ball más que establecer y jugar con arquetipos masculinos tóxicos, hace uso de ellos para plantear una crítica muy interesante con respecto a ellos y Vegeta no es el único personaje que crece al encontrar una mayor fuerza o motivación en poderes -femeninos-.
Piccolo abandona las artes marciales para convertirse en el padre de Gohan y continúa feliz con su rol como un maestro de todos los chicos, hasta llegar a cuidar a Pan como si fuera su propia nieta. Por otro lado, de Mr. Satán siempre se escriben burlas. Él inició como un personaje cómico, una burla cuando miente con respecto a su fuerza física, pero los momentos en los que poco a poco se convierte en el -salvador del universo-, debido a que fue el único que se atrevió a establecer una relación de amistad con Majin Boo, se tratan con dramatismo y lo convierten en un personaje no solo simpático, si no hasta admirable. La fuerza de la empatía se convierte en el mayor poder de ambos personajes.
Es por todo esto, entre muchas otras cosas, que he aprendido a apreciar a Dragon Ball no solo como un gran entretenimiento para mi yo de 24 años, si no también como posiblemente una historia que pudo haber repercutido favorablemente en la forma en la cual aprendí a relacionarme con mi masculinidad de niño. Viendo una y otra vez a los personajes rechazando la Masculinidad Tóxica y abrazando atributos cada vez más femeninos como un acto heroico.
Los años dos mil estuvieron repletos de historias en las cuales la fuerza física es lo único que le importaba a los hombres y la expresión de amor sincero y afección se pintan en ellas como algo -débil- digno de ser centro de burla. Pero, Dragon Ball tiene un ideal masculino muy distinto, uno en el cual los sentimientos son lo más valido y en donde aprender a aceptarlos es lo mejor que puedes hacer. Sin duda, es una saga que ha hecho un cambio, sobretodo tomando en cuenta que es -el Star Wars- de mi generación.