Nacer durante la década de los noventa en México significaba, paradójicamente, crecer con cosas de los años ochenta. Las interminables repeticiones de Beetlejuice por Canal 5 nos presentaron a Winona Ryder; los VHS de E.T. nos llevaron a conocer el estilo familiar de Spielberg en un momento histórico en que las películas tardaban cinco años o más en llegar a formatos caseros; nos suena el nombre Joe Dante; y las mini series de Stephen King televisadas en formato de películas de tres horas poblaron nuestras pesadillas.
Por todos estos motivos, pertenecemos a una generación que añora tiempos en los que aún no existía. Tenemos una debilidad por los ochentas aunque fuimos noventeros hasta decir basta. Y en ese contexto, la llegada de Stranger Things a Netflix nos ha emocionado tanto como al que nació a finales de los setentas.
Stranger Things es la conjugación de todos los elementos antes mencionados. Tu crush de la infancia vuelve al ojo público en una historia sobrenatural al mejor estilo teenager con una ambientación perfecta y una cinematografía altamente estilizada. Y es, sobre todas las cosas, una delicia absoluta.
Un niño desaparece en un pueblo pequeño, sus amigos lo buscan y terminan encontrando una chica especial que desentierra una serie de secretos turbios en la pacífica localidad. No es necesario entrar en detalles para evitar los molestos spoilers, basta decir que a lo largo de ocho episodios los hermanos Duffer logran colarnos miedo, emoción, suspenso y esa sensación de maravilla que creíamos perdida.
Una joya absoluta en la corona de la cadena de streaming que soluciona lo que plantea, al tiempo que prepara nuevos misterios y apasionantes cliffhangers. Todo esto aderezado con una banda sonora exquisita basada en el synth, y un soundtrack brillante que incluye desde Toto hasta The Clash pasando por Joy Division.
Stranger Things engancha desde el primer episodio a base de carisma y sorpresas. Y sí, es lindo volver a ver a Winona en algo, pese a que su interpretación sea un tanto exagerada la mayoría del tiempo. Los niños están muy bien como ese grupo de amigos que está descubriendo las maldiciones, que se pelean por inocentadas pero al final del día darían todo por ayudarse. Son un poema de amor para los weirdos del mundo, interesados en ondas radiales y partidas de Dungeons and Dragons.
Si bien es cierto que tiene momentos flojos y que algunos podrían acusarla de priorizar estilo sobre sustancia, Stranger Things es un maravilloso ejemplo del correcto uso de la nostalgia al tiempo que explota una historia original, llena de giros, comedia, drama y terror. Auténticamente imperdible.