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Royale With Cheese: Un (Cariñoso) Homenaje a 20 Años de Pulp Fiction.

1994 fue un año interesante a nivel global. Se trata de un periodo de doce meses en el que la cultura pop de toda una década se vería notablemente definida. La radio británica tocaba las primeras canciones de Oasis y presumía el Parklife de Blur. En Estados Unidos, Weezer sorprendía a todos con un debut genial. Decenas de niños (y padres) habían inundado de lágrimas las salas al ver como Scar dejaba morir a Mufasa frente al indefenso Simba. Selena y su Amor Prohibido inundaban la cultura pocha, y en México, que se encontraba al borde del abismo económico, Café Tacvba llamaría la atención con su disco más aclamado.

Además, 1994 fue cuando toda una generación descubrió los peligros de un masaje de pies, vio que no debía apuntar a la gente con un arma dentro de un auto en movimiento, entendió que Marcelus Wallace NO parece una perra, aprendió que en París el cuarto de libra de McDonald’s se llama Royale With Cheese, memorizó el Ezequiel 25:17 (el cual, por cierto, no aparece como tal en La Biblia), observó a Winston Wolf resolviendo problemas y comenzó a desconfiar de las cariñosas parejas en los restaurantes de paso.

El 14 de octubre de ese lejano año, Pulp Fiction se estrenaba por primera vez en cines. Hoy, nada menos que veinte años después, lo que muchos consideran la obra magna de Quentin Tarantino se ha convertido por sí misma en cultura pop. La cantidad de veces que se hace referencia a este trabajo en cine, televisión, música y literatura ha rebasado la barrera del tiempo, mostrando su trascendencia y vigencia en toda época. Pero siendo objetivos, ¿Qué es lo que ha dado ese status a esta cinta?

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Un prólogo, cuatro historias y un epílogo, una galería de personajes memorables interpretados por un cast envidiable, violencia, humor negro, uno de los misterios sin resolver más grandes de la historia y diálogos brillantes son sólo algunos de los elementos que han puesto a Pulp Fiction como una de las películas favoritas de millones de personas de todas las edades alrededor del planeta.

Una sinopsis más o menos resumida y sin spoilers es difícil de construir. Básicamente, un par de matones con un maletín recuperado para su jefe, un boxeador a punto de retirarse que comete fraude apostando, un mafioso y su drogadicta esposa, y una pareja de asaltantes de poca monta verán como sus destinos se cruzan en el contexto de una ciudad donde todos los personajes tienen peculiaridades que adornarán su camino hacia el desenlace.

Con este argumento aparentemente sencillo, Tarantino construyó 154 minutos de cátedra de cinematografía y guionismo. La genial manera con que Quentin nos introduce a los personajes de una manera nada lineal, como había hecho previamente en su también aplaudida Reservoir Dogs, hace que las conexiones entre lo que parece, en primera instancia, una colección de viñetas independientes, resulten sorprendentes en el primer visionado, y divertidas en visitas posteriores. Pulp Fiction es una película que puedes ver cientos de veces, hasta aprenderte los diálogos, y seguirás disfrutándola como nunca.

Estamos hablando del filme que lanzó al estrellato eterno a un brillante Samuel L. Jackson, que revivió las carreras de John Travolta y Bruce Willis, que pondría a Uma Thurman momentáneamente en el centro de los reflectores y que se dio el lujo de tener a secundarios como Tim Roth, Christopher Walken, Steve Buscemi (en un rol casi imperceptible), Harvey Keitel y el mismísimo Quentin. Hablar, pues, una palabra más de las actuaciones sería perder el tiempo. Todos están geniales en sus roles.

Lo aderezamos  con una magistral compilación de temas de surf y rock and roll. Es imposible olvidar el frenético inicio al ritmo del Misirlou de Dick Dale, o el inmortal baile de Mia Wallace y Vincent Vega al ritmo de You Never Can Tell. Esta selección, en palabras del propio Tarantino, fue elegida porque sonaba al Rock and Roll de los Spaghetti Westerns, ese género tan amado por el célebre director.
Como conjunto, y a veinte años, Pulp Fiction merece totalmente la atención que ha recibido. Todas las carteras de Bad Motherfucker que se han vendido en este tiempo y todos los cuestionamientos filosóficos detrás del maletín misterioso de Marcelus Wallace están perfectamente justificadas. Se trata de una película que ha impresionado a varias generaciones, y que seguramente lo seguirá haciendo.

 

Y a la creciente ola de haters de la cinta, que ha comenzado con esa (hipsteril) tendencia de odiar lo que todo mundo ama por el simple hecho de ser popular, les digo: «Say you hate Pulp Fiction again! I dare you, I double dare you motherfucker! Say you hate Pulp Fiction one more Goddamn time.»

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Fernando Valencia

Economista por profesión, cinéfilo y melómano por convicción.

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