Rescate Suicida pertenece a la línea de películas de acción genéricas que bombardean las taquillas semana con semana. Sus valores de producción podrían llevarnos a pensar que la cinta se ideó para un lanzamiento en video, pero se decidió de último minuto darle un lanzamiento en cines para capitalizar con el star power de Bruce Willis, quien dicho sea de paso, aparece diez minutos en pantalla.
Leonard Turner (Willis) es un agente de campo de la CIA que, en una de sus últimas misiones, es secuestrado intentando interceptar el “Cóndor”, un aparato que permite acceso satelital a prácticamente todo lo electrónico en el mundo. Su hijo, Harry (Kellan Lutz) desobedecerá órdenes directas en un intento de rescatar a su padre de las garras del terrorismo.
Vale, no se trata de la peor película del año ni de lejos, pero sí podemos tacharla de olvidable. El guion podría haber sido escrito en masa con otros veinte, y aunque logra colarnos un giro de tuerca impredecible (y hay que decirlo, tramposo), sigue todos y cada uno de los clichés del género, entregando momentos tontos como los clásicos villanos que atacan de uno en uno, las situaciones de fácil escape y la forzada historia de amor.
Kellan Lutz es, sorpresivamente, el único de los involucrados que parece invertir tiempo y esfuerzo en su rol. Sus capacidades histriónicas no son muy elevadas, pero trabaja muy bien con lo que tiene, dando dureza y un poco de carisma a su rol. Willis, por otro lado, se apareció un día en set, grabó todas sus escenas y cobró su cheque. Gina Carano interpreta pobremente a Victoria, un personaje mal escrito, que inicia siendo fuerte e independiente, y termina volviéndose la damisela en peligro. La evidente falta de interés de la actriz y su nula química con Lutz hacen de la trama romántica un relleno doloroso y sin motivos.
Lo que podría salvar una cinta de estas características es, evidentemente, su cualidad para patear traseros. Desafortunadamente, el señor Steven C. Miller pertenece a la camada de directores que piensan que la cámara en mano excesiva añade tensión, por lo que la atroz fotografía y el confuso montaje terminan por dejarnos en la oscuridad durante las secuencias más emocionantes. Por momentos incluso tenemos plagios descarados a la saga de Jason Bourne, especialmente en los centros de comando.
La masacre de la edición es particularmente triste si tomamos en cuenta que, durante los breves instantes en que los movimientos de cámara nos otorgan un respiro, podemos apreciar las buenas coreografías que los stunts armaron para Rescate Suicida. Por si fuera poco, el departamento de sonido es el único que da la cara, otorgando realismo a cada puñetazo. La banda sonora de Ryan Dodson es una clase de rave sin fin, que si bien no llega a ser memorable, por lo menos rompe la monotonía.
Concluyendo, Rescate Suicida es una película del montón en el género, con un par de buenas ideas, agradables coreografías y un actor comprometido, que se ven sepultados por incongruencias, interpretaciones desinteresadas y una dirección que hace de las escenas de acción un desastre sin ton ni son. Y es triste ver a Bruce Willis de esta manera.