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No al fútbol moderno: la otra cara de un fútbol consciente

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Desde que tengo memoria soy un fanático del fútbol, desde que tengo uso de razón, he sufrido cada derrota de mi equipo, y me he desbordado en alegría en las victorias. He llorado al perder un clásico (Atlas vs Guadalajara, le voy al Atlas) y he brincado en los sillones de mis padres cuando lo ganamos. Tal vez por herencia familiar, pues mi padre, además de tener fama de excelente contador, es conocido por su gran talento en la cancha. Este talento lo llevó a las reservas especiales de varios equipos, siendo los Pumas de la UNAM el mayor club, en el que consiguió salir por una vez a la banca del primer equipo. Después, la historia no es muy diferente a la mayoría de los jugadores que se quedaron en el camino. Tuvo que tomar la decisión de jugarse una última carta para debutar en un club o terminar los estudios y conseguir una fuente de ingresos estable. Pero esa es otra historia.

En fin, por la razón que sea soy un fanático del fútbol. Veo los partidos que puedo y que sé que desplegarán buenos pincelazos de técnica, de creatividad y de estética. Es verdad, muchas veces nos quedamos con el espectáculo de lo que sucede en ese rectángulo verde, o café (porque el llano también cuenta) sin embargo, hay otros elementos extra cancha que enriquecen lo hermoso de este deporte: las gradas y los hinchas.

Los hinchas han tomado un papel relevante en los escenarios del fútbol. Uno se hace hincha de un club por sus colores, por sus formas de juego, por tradición o bien, porque social, económica o políticamente, se siente representado. Claro, hay ejemplos de equipos como el Rayo Vallecano en España, en el que sus hinchas muestran una frontal lucha al fascismo. También están los Bukaneros, que toman su nombre de la conmemoración de la batalla naval que se celebra a la fiesta del Carmen, patrona de las vallekas. Desde 1992 los del colectivo rayista han emprendido una lucha incansable por defender su barrio y su ideología en contra del racismo y el fascismo.

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El caso del Rayo no es el único. Con la ayuda de internet, el club alemán St. Pauli ha ganado popularidad, en muchos casos admiración, pues es más que un equipo de fútbol. Ante todo, son antifascistas. Fue el primer equipo en tener un presidente abiertamente gay. Dentro de sus instalaciones de juego se puede ver una pinta de dos hombres besándose. Es el equipo chico de Hamburgo y se juega el clásico con el equipo que lleva el nombre de la ciudad. Su hinchada es famosa por los performance que realizan antes y durante el partido con mantas del “Che” Guevara. Durante la salida del equipo al campo suena Hell Bells de AC/DC. Sin duda es todo un espectáculo sobre el espectáculo del fútbol.

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El Rayo Vallecano y el St. Pauli son dos ejemplos populares. Sin embargo otros equipos en Europa y América Latina muestran esa ideología cada partido. Hay ejemplos como el West Ham United o el Celtic de Glasgow, mientras que en América Latina está el caso del Peñarol o del Corinthians. En este último, el jugador Socrates, junto a dos más de sus compañeros de club y grupos de rock como los Os mutantes, encabezó una etapa de lucha en pro de la democracia, misma historia que se cuenta de magistral forma en la cinta Democracia en blanco y negro.

Durante estos días me he encontrado con un grupo de hinchas que se identifican bajo el título No al fútbol moderno, en el que proclaman, en diez puntos, su total desacuerdo con los actos de mercado, consumo y grandes corporaciones que meten las manos en las camisas del equipo de sus amores. Sus diez puntos son:

¿Que tiene este «nuevo» fútbol que no nos gusta?

1 – No a los dueños-mafiosos que controlan nuestras instituciones, cual muñeco de trapo, y una vez se cansan de ellas la abandonan, todo roto y prácticamente sin arreglo.

2 – No al Pay per view. Ya está bien de hacer negocio a costa de nuestra pasión.

3 – No a los precios abusivos, porque ir al fútbol nunca debería ser un privilegio para unos pocos y sí un hobby para todos.

4 – No a los estadios con nombres de marcas comerciales, e incluso fuera la publicidad de las camisetas, pues la ‘manchan’.

5 – No a la represión policial, sobre todo contra las barras bravas (ultras, torcidas organizadas etc.) pero que nos concierne a todos. La policía está para velar por nuestra seguridad, no para ponerla en peligro.

6 – No al poder de las televisiones, poniendo los partidos de 2ªA a las 12 de la mañana, o los de 1º a las 10 de la noche.

7 – No a las empresas de fútbol.

8 – No a la FIFA y otras federaciones, pues sólo miran por sus intereses y no los de los aficionados.

9 – No a todo el estadio con asientos y sí a zonas habilitadas para estar de pie.

10 – No haber un cambio constante de jugadores nuevos, así posibilita crear una identidad y pasión de los atletas por la camiseta.

Ciertamente estos puntos son válidos en cualquier liga del mundo. Y es que no se miente en ninguno de los puntos. Desde los recientes escándalos en FIFA donde amaños y corrupción han puesto tras las rejas a varios directivos y en investigación a otros, como Joseph Blatter, expresidente de la FIFA.

Otro caso señalado es cómo las grandes televisoras (Televisa y TV Azteca) en nuestro país han sometido a la selección mexicana de fútbol a su conveniencia mercantil. Programan partidos irrelevantes en Estados Unidos, ponen candados a la libre transmisión de los partidos del tri y eligen a quién sí y a quién no dar entrevistas cuando la selección juega partidos.

Los nuevos estadios dejaron de llevar nombres de leyendas del club o el nombre del lugar del equipo para dar paso a los monstruos de estadios con nombres de grandes corporaciones. En Europa se tiene el caso del estadio del Arsenal, el llamado Emirates Stadium, el segundo más grande de Londres sólo por detrás del Wembley. En Alemania se encuentra el Volkswagen Arena, donde juega el club Wolfsburg. En Holanda se encuentra el Philips Stadium donde juega el PSV de Andrés Guardado y Héctor Moreno. En México la situación no es distinta pues tenemos el nuevo estadio de Santos llamado Territorio Santos Modelo, el estadio de los rayados de Monterrey es el estadio Bancomer y el de Xolos es el estadio Caliente.  ¿Recuerdan la escena de Fight Club donde Edward Norton dice que en un futuro las galaxias llevaran nombres de grandes corporaciones? Bueno, por estadios y foros ya empezamos.

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También basta hacer memoria y recordar las horribles playeras de fútbol donde las marcas tapizaban el uniforme del equipo en turno, eso sí, dejando visibles el escudo, la marca patrocinadora y el escudo de la FMF, para no perder la “identidad” los símbolos políticamente correctos.

Los precios en los estadios varían según quien juegue. Si van los cuatro llamados “grandes” como Pumas, América, Guadalajara o Cruz Azul, los precios se disparan hasta el doble. Y qué decir de la reventa, donde se duplican los precios, dejando la posibilidad de pagar a unos cuantos los precios desorbitantes y, aun así, los estadios llegan a llenarse.En definitiva, ir al fútbol se convierte en muchos recintos en un lujo. Ir a ver a un equipo como el AC Milan o Arsenal supera la cifra de US$470 en los estadios más caros de Europa y del mundo. En México, ir al estadio del Guadalajara oscila entre los $200 a los $350, mientras que ir a ver a los Pumas, te cuesta entre $233 a $316 pesos. El estadio de los Jaguares de Chiapas, para recibir al América el próximo 2 de abril, ha puesto sus boletos desde los $1775 hasta $4500 en la zona VIP. Ante las prioridades de una familia común de la clase media, estos precios suenan realmente desorbitantes.

Puntos claros, concretos e incisivos son los que marcan varios colectivos, barras o hinchas, como los puntos que compartí anteriormente. Esto refleja un poco las funciones sociales y colectivas que puede llegar a crear el fútbol. La identidad de una persona, como ya lo hemos dicho, proviene de un sinnúmero de dinámicas y acciones. Desde el entorno sociocultural, hasta la música, el arte…y el fútbol.

El fútbol no sólo es el lugar común del principal motor para idiotizar a un pueblo, argumento tan vacío y poco profundo cuando hablamos de clubes como los antes mencionados, con una historia tan rica en cuestiones sociales, de derechos humanos, de equidad, de apertura e inclusión, valores que hacen buena falta a grandes sectores de la sociedad mundial, que dicho sea de paso, odian al fútbol por formar… ¿ignorantes?

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