¡Nunca mataría a nadie! una frase que he escuchado durante mucho tiempo por años enteros de vida. La he oído de mis familiares más cercanos y amigos, de mis profesores de comunicación y psicología, de terapeutas y expertos en emociones humanas. Es como si el hecho tan siquiera de pensarlo fuera una especie de “pecado” el cual con solo nombrarlo etiqueta a quien lo responde como un monstruo o un espécimen carente de sentidos. Sin embargo, de todos esos personajes que han ido y venido a través de años negando terminantemente con aires de nerviosismo, recuerdo a un antiguo profesor que un día me contesto: “yo si he matado” y a continuación en medio de un trago en el bar, me conto su anécdota cuya parte de la misma pueden leer:
“Me encontraba en medio de la obscuridad donde sólo por la ventana un halo de luz proveniente del exterior se colaba lentamente hasta posarse en ese rostro humano recostado durmiendo sobre las sabanas. Una respiración ansiosa pero profunda a la vez, y en la mano un cuchillo que destellaba y que se aproximaba al cuello justo en el momento en que con la mano le tape la boca que ahogaba un grito de miedo, y la otra subía la cuchilla brillante en la penumbra de manera concisa; un aroma a hierro en el aire y una odio reprimido se manifestó en un crujir de huesos y un brotar de sangre brillante que mancho mi cara con ojos desorbitados que miraban disfrutando una y otra vez la situación”
Después de contarme con lujo de detalle su hazaña, confieso que por primera vez me dejo sin palabras. En diez años que tenia de estudiar los asesinos y psicópatas como un pasatiempo, siempre me había jactado de entender las mentes extrañas al igual que muchos que ahora se dicen criminólogos y no detectan ni a un narcisista en sus narices. Ese hombre no correspondía simplemente al estereotipo. Aquí no era un sujeto tímido y retraído con complejos edipicos como Ed Gein que buscaba vestirse de mujer por las noches con cadáveres que profanaba de tumbas, ni tampoco era un Charles Manson presumiendo un sequito de poder y mujeres a su disposición. Simplemente era un profesor de filosofía canoso, algo entrado ya en años dorados del cual nunca nadie sospecharía. Me dejo con la duda mientras una canción “Paint in Black” de los Rolling Stones terminada de sonar y el fumaba mientras yo clavaba mi mirada en el vaso semivacío sin saber que decir. Era demasiado irreal para poder entenderlo.
De repente el dio una gran carcajada mientras apagaba la colilla en el vaso vacío y ante mi mirada alterada, exclamo ¿Qué se siente cuando el zorro se convierte en liebre?, extrañado por esa respuesta intente reír cuando me confirmo que había sido una cruel broma de su parte. Nunca había matado a nadie físicamente, pero entonces hizo mella de sus conocimientos y me dio una lección de filosofía y psicología que nunca olvidare, y que hoy a pesar de que han sido años de esa experiencia, aún conservo en la memoria cada vez que leo sobre un nuevo asesino serial o un crimen, cada que doy una conferencia o grabo un podcast. Una lección invaluable:
El ser humano es de una naturaleza dual. Al igual que todo en el espacio y en la materia, dos posturas alimentan su alma. El bien, aquellos sentimientos de nobleza, de amor y compasión; pero también existe el mal; manifestado en odio y deseos de muerte contra los que nos hacen daño. Es una naturaleza irrefutable que por desgracia el ser humano intenta suprimir. No se trata de que ante la necesidad del mal, el hombre salga a la calle y mate a quien se le ponga enfrente, sino se trata de conocer el potencial que tienen ambas caras y de cómo estas expresiones pueden sublimarse en algo productivo y aceptable. Lo que ese hombre me contó no fue más que un sueño que tuvo, y que muchos han tenido sin duda alguna. Es ese sueño un mecanismo de autoconocimiento del potencial de nuestro lado perverso y maligno. Una catarsis necesaria para expresar esa energía que está ahí, aunque no la queramos aceptar y reconocer y que de no darle un cauce de salida, se desbordaría en los límites de la locura.
Cuando el ser humano es consciente de que puede tanto amar como matar, entonces se convierte en una especie de dios, capaz de mover el mundo a su antojo. Cuando aprende a utilizar esa adrenalina negativa, esas ansias y esos deseos de sangre en una pasión, puede cambiar al mundo y hacer mucho bien. Cuando el ser humano se reprime y se niega a conocer ese lado perverso se convierte en un árbol, con un tronco que se va torciendo de manera grotesca y que es capaz de con su deformidad, perjudicar a los demás arboles a su entorno. Un asesino no nace, sino que se hace, cuando es víctima de sus impulsos reprimidos o de los impulsos reprimidos de otro ser humano.
Ese maestro murió hace años, (y de verdad era tan magistral que siempre tuve duda si lo que me decía era un sueño o en realidad sucedió) pero sus enseñanzas quedan plasmadas. Siempre que leo y hablo sobre un psicópata o un asesino más que impresionarme por sus actos finales (que por supuesto son siempre trágicos) me llegan las palabras de ese maestro y las dudas me atacan; ¿Qué fue lo que se desarrolló en la mente de ese criminal que lo motivó a una salida de este tipo? ¿Qué clase de represiones o necesidades no descubiertas o torcidas son el modus operandi de ese caníbal, descuartizador o asesino en serie? ¿Cuántas personas empapadas en la ignorancia de su existencia no están regando la semilla del mal dentro de sus almas con las mismas represiones y errores de los que ya he mencionado?
Estudiar asesinos seriales lleva un contexto más profundo. Un niño no toma un cuchillo y mata a su madre sin una razón aparente, así como tampoco un sujeto se disfraza de payaso para conseguir jovencitos, violarlos y tortúralos y enterrarlos en el sótano de su casa (John Wayne Gayci). Para todo esto hay un porque. No lo veamos con morbo, que se de por sí ya es un hecho que es ese morbo el que nos lleva a estudiar estos temas, sino como una vía de comprensión. Entender para prevenir, aunque esto conlleve tener estomago de acero y una mente neutra ante las excentricidades de esos criminales con sus víctimas. Por ese principio comparto lo que investigo, lo que leo y lo que reflexiono. Por ese motivo lo comparto contigo que me lees y me escuchas.
Mi nombre es Cesar Mercado Abonce, y si amas el estudio de la mente y de los criminales, y si tu convicción es más fuerte que la mía y va más allá de muchos falsos criminólogos y disque especialistas en el tema, entonces te invito a que en los tiempos venideros me dejes compartir contigo lo que yo he obtenido en años de experiencia amateur y profesional. No te escribiré de nada que no te puedas encontrar, pero te ayudare a entender esos porqués. No tienes que estar de acuerdo, pero si logras reconocer al asesino dentro de ti, o al asesino detrás de los que amas, sabrás entonces que en ellos hay un potencial no para el mal, sino para un bien infinito siempre y cuando, entiendan que el asesino no es aquel que mata por placer, sino por ignorancia de su yo real, y que si no lo dejas ser, tus sueños inocentes podrían convertirse en realidades obscenas. ¿Cuál es tu límite?
https://youtu.be/u6d8eKvegLI