Hoy cumple 19 años de existencia una de las canciones más aclamadas de todos los tiempos, una balada simple y directa con una estructura muy conservadora, pero que pese a ello logra en el escucha una sensación sorprendentemente emotiva. Hablo de uno de los singles más recordados de Oasis, probablemente la canción que llevó al britpop a ser recordado de una forma tan romántica.
Estoy seguro de que me es prácticamente imposible recordar cómo llegué a escuchar por primera vez Wonderwall, seguramente fue un poco antes de que naciera. A mi madre le encantaba Oasis por esa época, en 1996, el año en el cual nací. Sin embargo, sí tengo vagos recuerdos de que la escuchaba una y otra vez (junto a algunas canciones de Fobia) en el primer auto con reproductor de CDs funcional que tuvo mi padre. Me vienen recuerdos sumamente nostálgicos de las carreteras de la Ciudad de México pasando a mis lados y yo observándolas con la ventana completamente abierta, los rascacielos todavía me sorprendían por su tamaño en ese entonces y los árboles me parecían sumamente hermosos.
Pasaron los años y mientras atravesaba quinto año de primaria ya tenía varias incomodidades sobre mi completa ignorancia respecto a varios temas, entre ellas la música. Empecé tratando de escuchar algunas cosas que mis compañeros de grupo tenían como concepto de lo que es “la buena música”. Tristemente en esa etapa no me entraba por mis oídos la razón del por qué los chicos se sentían tan atraídos por los videos violentos de Korn, o por la figura construida alrededor de Amy Lee. La única vertiente que me faltaba por probar era Gorillaz, esa banda de monitos medio bizarros que tienen todavía a los más pequeños amantes de la música comiendo de sus manos.
Llegar al proyecto de Damon Albarn cambió completamente mi vida, la música había dejado de ser aburrida. Se convirtió en una herramienta para construir los estudios Kong, para poder seguir la historia demoniaca de estos cuatro personajes y para ver un montón de imágenes extrañas que combinaban símbolos sociales, animales de todo tipo, a los personajes brutalmente delgados de la banda y por supuesto un montón de figuras que para mí todavía eran prohibidas (cosas como penes o sujetos sumamente pachecos).
Después de un tiempo mi obsesión por Gorillaz creció. Visitaba a diario la página oficial de la banda para ver qué juegos nuevos me podía encontrar en los Kong Studios; escuchaba sus, hasta en ese entonces dos discos, prácticamente todo el día. La computadora de mi madre estaba llena de imágenes de 2D y de Noodle. Llegó el punto en el que obviamente descubrí el nombre del tipo detrás de esto: Damon Albarn, ex miembro de la popular banda de britpop, Blur.
Lógicamente mi curiosidad me llevó a escuchar a la banda de Albarn. No me pareció la gran cosa en ese entonces, pero sí sirvió como un trampolín para empezar a escuchar nuevas cosas. Con el tiempo llegaron Coldplay, Eminem, Fobia, Café Tacvba, Keane, The Killers, Green Day y Depeche Mode a mi i Bit (un tipo de ipod, pero mejor), además de obviamente Blur y Gorillaz. Sin embargo, algo me faltaba, me faltaba una canción, una canción que me recordara el cómo paseaba en la carretera y observaba los árboles y los edificios a lo lejos mientras la brisa prácticamente me arrancaba la cara. Una canción que me recordara a los olores que mi madre percibía en ese instante y en el cómo me trataban mis primos y tíos en la primaria.
Durante mi primer año de secundaria traté de escuchar prácticamente cualquier video que You Tube me lanzara en la cara, esto para ver si encontraba esa canción de una forma sencilla. No resultó, traté murmurando un poco el canto que recordaba en los oídos de mis compañeros de clase que creía sabían más de música, tampoco resultó. Esto hasta que un día, una profesora de matemáticas llamada Analía en un examen se le ocurrió empezar a reproducir varios de sus discos, me emocioné bastante al escuchar justamente la canción que buscaba entre su selección. “Uonderwal” me dijo que se titulaba.
Ese mismo día me acerqué a una computadora, busqué y encontré el siguiente video:
Un reproductor de música viejito, una mujer vestida de forma chistosa junto a unos serruchos y un montón de tipos cejones sentados, uno de ellos utiliza en ciertos momentos unos lentes de sol bastante chulos. Los azules son los únicos colores que resaltan en la producción, además de la cara triste de un payaso y su títere. Sin embargo, nada de esto verdaderamente me remitió a algo, la canción justo cuando empezó, me llevó a un viaje, uno en carretera en el cuál podía ver los edificios más altos y azules de la ciudad, los árboles más brillantes, sentir a la brisa más fuerte y limpia a la que jamás haya sentido y oler ese aroma tan característico que mi madre percibía en ese momento.