«How happy is the blameless vestal’s lot!
The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind!
Each prayer accepted, and each wish resigned.»
A. Pope
Pensamientos al azar, sobre el 19 de marzo de 2004.
Ese fue el día en que Eterno Resplandor de una Mente Sin Recuerdos era exhibida por primera vez en las salas comerciales. El furor que levantaría entre crítica y público la convertiría rápidamente en un clásico del cine independiente. Poco más de diez años después, llega el momento de preguntarnos ¿Qué llevó a que esta cinta se convirtiera en todo un evento?
Los actores. Joel y Clementine. Jim y Kate. Una pareja que irradia carisma, y que es capaz de trasladarnos desde el más cruel y despiadado momento, hasta la más tierna y perfecta de las escenas. Jim Carrey debió haber despegado como actor dramático con este papel, pero a cambio ni siquiera fue considerado para el Oscar. Es una ceremonia inventada por la industria del cine para hacer que los actores se sientan como una mierda. De cualquier manera, el Academy Award está sobrevalorado. Sólo son estatuas diminutas. El resto del reparto está agradable. Lo agradable es bueno.
Michel Gondry. Creo que si existe una cualidad realmente seductora su cine es que su personalidad promete sacarte de tu mediocre vida mundana, no sé, es como subirte en un increíble meteorito ardiente que te llevará hasta otro mundo, un mundo donde todo es emocionante. Es un director que comprende lo incomprensible de la materia con que se hacen los sueños y la mente. Nos introduce al cerebro de Joel, un lugar que está siendo destrozado poco a poco por un procedimiento que puede atacar la cabeza, pero no el corazón. Un universo en el que nada tiene sentido, y a la vez, todo se mueve por la conexión del amor y la sensibilidad. Las fuertes cargas de surrealismo y aparente caos que reinan esas secuencias se balancean perfectamente con la crudeza del mundo externo, tan cruel que ha tenido que encontrar la manera de deshacerse de todo lo que causa daño actualmente, aun cuando haya causado todas las alegrías del pasado.
El guion de Charlie Kauffman. La brillantez de los diálogos y lo sorprendente de los problemas que plantea. La complejidad que conlleva afrontar una temática tan subjetiva y desconocida como lo es la mente humana, maravillosamente solventada por un guionista que sabe perfectamente que hablar sin cesar no significa comunicarse. Una estructura complicada, que deja escepticismo durante el primer visionado, pero que adquiere coherencia cuando este termina, y cautiva y atrapa más en las visitas siguientes a Montauk, donde nos reencontramos con esa misteriosa chica de sudadera naranja.
La banda sonora, que nos despierta cruelmente con el Everybody’s Gotta Learn Sometime de Beck mientras Joel maneja desconsolado, nos pasea por los sueños con las dulces y melancólicas melodías de Jon Brion, sólo para regresarnos al punto de inicio, dejándonos un sentimiento agridulce en el pecho. Ideal para ponerse en esas citas románticas. Hará toda la parte de la seducción menos repugnante.
El conjunto. Eterno Resplandor de una Mente Sin Recuerdos combina una serie de piezas hechas a la medida en una maquinaria impecable de surrealismo y nostalgia. Una de las exploraciones más sinceras de los sentimientos humanos, que nos muestra como una persona importante en tu vida siempre dejará recuerdos que querrás conservar, sin importar el concepto que tengas de él/ella en el presente. La película se acaba, pronto desaparecerá. ¿Qué haces? Disfrutarla.