Crecí escuchando rock alternativo anglosajón, de aquel que mucha gente clasificó como –indie rock-, influenciado en el post-punk, pero mucho más alegre. Durante mi adolescencia, pasé incontables tardes en cama, con una laptop sobre las piernas, escuchando todas las bandas que me recomendaban los blogs musicales, la pila de revistas guardadas dentro de mi armario y el algoritmo de YouTube.
Estaba en el centro de una época juvenil, alegre y colorida para la música. Todos los actos eran divertidos y tenían ese toque de rebeldía accesible para las masas que no incomoda a la industria mainstream, adolescente. Agrupaciones inocentes de chicos atractivos, altos y guapos que construían canciones pegajosas con sus guitarras saltarinas como su principal instrumento. Para mí, de entre todas esas bandas estadounidenses y británicas, la mejor era Franz Ferdinand. Autoconscientes, los dirigidos por Alex Kapranos desarrollaron un proyecto que explotaba el carisma de su generación a tal nivel que casi la convertía en una caricatura.
Elegante, seductor, el vocalista hablaba desde el punto de vista de un ligador nato, tan egocentrista que caía en la autoparodia, mientras sus músicos lo seguían con instrumentaciones bailables, bases tensas listas para entregarse a la catarsis sexual. A mí me encantaban por ser lo suficientemente valientes para aventarse a ser ridículos y lo suficientemente brillantes para que no nos diéramos cuenta. Contrario al resto de los proyectos de su generación, lo hacían con una gracia genuina y planificada, tan artsy que su música era perfecta para acompañar a sus visuales minimalistas basados en las vanguardias rusas y el arte deconstructivista.
Divertidos por momentos, nostálgicos por otros, y profundamente románticos cuando se daban la oportunidad de ser vulnerables, escuché sus primeros dos discos como un adicto durante mis años de secundaria. En parte, su gracia egocéntrica fue empoderadora para mi yo adolescente y sus baladas eran tan sinceras que me llevaron a enamorarme mil y un veces. Es por ello fueron mi segundo concierto, solo después de Pulp.
Con los años, muchos de mis amores musicales de aquella etapa se fueron degradando, Bloc Party, Interpol, Kaiser Chiefs, The Cribs, Arctic Monkeys, Oasis, Placebo y Nirvana, entre otros, fueron perdiendo mi interés. Sin embargo, Franz Ferdinand se mantuvo presente, en los primeros puestos, durante la preparatoria y la universidad. Empecé a apreciarlos con mayor madurez, profundizando en el mensaje de ese álbum debut, por eso logré emocionarme cuando el publirrelacionista, el gran señor de señores Sergio Chávez, me dijo que estaba presente la oportunidad de tener una entrevista física con Alex Kapranos poco antes de su presentación como headliner del Festival Corona Capital 2019.
Quería preguntarle sobre el proceso creativo detrás de los inicios de Franz Ferdinand, una banda que siempre estuvo consciente de su propuesta musical y estética. Pero, también quería profundizar en una teoría que tenía… que ese debut es un álbum conceptual que narra la historia de una relación, desde que la chica flecha al protagonista en ‘Jacqueline’, hasta que rompen para siempre con la nostálgica ‘Come On Home’. En el intermedio, está presente la canción con la cual se motiva para invitarla a salir en ‘Tell Her Tonight’, la invitación en ‘Take Me Out’, la cita en ‘The Dark Of The Matinée’, la primera pelea en ‘Auf Achse’, la revancha en ‘Cheating On You’, la re-seducción en ‘This Fire’ y ‘This Pleasure’ previo a los celos de la nueva pareja en ‘Michael’.
“Aquí hay una exclusiva para ti, nunca he hablado de esto con alguien, pero la chica con la cual estaba teniendo una relación en ese momento se llama Vivian Lewis. El diseño de la contraportada lo hizo ella”, señaló dentro de un gran salón naranja, elegante, que combinaba muy bien con su camisa y con la paleta de colores que rodeó a ese primer lanzamiento de Franz Ferdinand.
“Ella sabía de mi interés estético y teníamos un estilo bastante similar, apreciábamos los mismos movimientos artísticos. Antes de que el disco saliera, decidimos que romperíamos, pero le pedí que me ayudara a hacer el diseño de la contraportada”, señaló, agregando que después de un año sin saber lo que significaba la imagen, en una tarde de ocio se tomó el tiempo de subirla a Photoshop, revertir la polarización del negativo y juntar las piezas.
“Es un auto-retrato de Vivian rota, es una imagen muy expresiva de lo que nos pasó a ambos en aquel momento porque estábamos realmente enamorados y algunas de las canciones son sobre ello y algunas otras son sobre el dolor de aquel amor. Así que sí, buena observación mi amigo”.
No puedo decir que haya estado nervioso previo a entrar a ese gran cuarto, estaba emocionado por encontrarme frente a alguien que había marcado mi gusto musical y platicar por media hora con él. Sin embargo, terminé mucho más emocionado cuando terminó la entrevista, tras analizar la profundidad y euforia con la cual contestó todas mis preguntas. Me di cuenta de que entendía perfectamente lo que hacía que Franz Ferdinand fuera algo que me fascinara, no eran pajas mentales y creo que es por ello que no han perdido ni un poco de mi admiración.