La apasionante historia del vampiro seductor y sanguinario más famoso de todos los tiempos ya ha coqueteado con el séptimo arte en diversas ocasiones. Ese ser que ha navegado por océanos de tiempo para encontrar a su eterno amor en cualquiera de sus vidas se ha distinguido, mayormente, por contar con una serie de adaptaciones que suelen alejarse bastante de su material fuente para ofrecer un puñado de interpretaciones y visiones diferentes a lo que se ha consolidado como un auténtico mito, algunas mucho más afortunadas que otras.
En esta oportunidad, el debutante Gary Shore viaja a los orígenes de Vlad Tepes, mostrándonos a un joven príncipe desesperado por evitar la inminente guerra con el sultán Mehmed, un tirano que demanda como tributo un ejército de mil y un niños, entre ellos el propio hijo de Vlad. Una vez que la batalla explota, el legendario Empalador deberá hacer el último sacrificio, al encarar a un antiguo demonio que le convertirá en vampiro, dándole la difícil tarea de derrotar al ejército enemigo en tan sólo tres días, mismos que deberá pasar sin beber sangre si quiere volver a ser un humano.
Con un planteamiento interesante como este, el señor Shore y su equipo tenían dos alternativas para encarar la historia: una épica de época o una cinta de acción al estilo moderno. Al final, se han decidido por la última, entregando un producto verdaderamente corto (no llega a durar ni hora y media), plagado de batallas.
La inexperiencia de Shore frente a este tipo de superproducciones llega a resultar bastante notoria por momentos, aferrándose a imitar el estilo de películas similares. No destaca, pero al menos durante las batallas se atreve a experimentar un poco, y aunque en su mayoría recurre a un sobreuso de la «shaky cam», llega a presentar algunos destellos que si bien resultan interesantes, no están lo suficientemente logrados. Cumple, pero no sobresale nunca.
Las actuaciones son uno de los puntos más flojos de la cinta. Luke Evans y Sarah Gadon no logran reflejar la fuerza de ese amor inmortal y apasionado, cayendo en un clásico estereotipo de doncella en peligro. Dominic Cooper en piloto automático entrega a un villano bastante plano y blando, y el resto de secundarios no pasan de ser «tokens» en la batalla.
El guión concede poco tiempo a las relaciones de Vlad con los demás personajes, de manera que las muertes de algunos de ellos nos importan muy poco, pese a que el director se empeñe en hacerlas parecer escenas muy fuertes. Además, hay momentos que resultan totalmente ilógicos y hasta involuntariamente cómicos (Mehmed envía un ejército con los ojos vendados a tratar de pelear contra Vlad con el pretexto de que «no se puede temer lo que no se ve»; Dracula se lastima cuando ve o toca objetos metálicos, y sin embargo usa una espada…). La transformación gradual de nuestro protagonista en el monstruo que todos conocemos, sin embargo, se maneja bien y resulta amena. Todo va aderezado con una banda sonora al uso a cargo de Ramin Djawadi, idéntica a la que escucharíamos en filmes similares, pero que por estar probada y comprobada resulta cumplidora.
En la línea divisoria entre lo mejor y lo peor de Dracula Untold están los efectos visuales y el maquillaje. Extrañamente en una historia de este tipo, es un apartado bastante irregular. Hay momentos de gran poderío visual y creatividad espectacular, y otros en los que la falsedad de lo visto en pantalla es tan evidente que distrae y molesta. A esto sumamos que se trata de una PG-13, lo que quiere decir que encontraremos violencia muy diluida y una falta de sangre y sensualidad alarmante para una película con semejante título.
A pesar de todo lo dicho, aquel que vaya a ver la película sabiendo de antemano que se encontrará con una cinta de acción rápida y entretenida, no saldrá decepcionado. La corta duración permite que se explique el trasfondo de la historia con una narración inicial breve, para inmediatamente sumergirnos en el dilema del príncipe. El espacio entre batallas es poco y la adrenalina es mucha. Todo el tiempo hay algo sucediendo, por lo que en ningún momento pesa ni aburre.
Contrario a lo que se podría pensar, existen varios paralelismos con el libro de Bram Stoker que muchos podrán identificar. Si los fans de la historia impresa buscan un filme de terror elegante, probablemente saldrán muy decepcionados, pero aquellos que no tengan problema con la libertad de interpretación sonreirán varias veces al encontrar esas referencias. Además, parece ser que se prepara camino para una secuela que, en caso de llegar, nos daría una visión más de la clásica narración.
En conclusión, Dracula Untold es otra interpretación del inicio de un mito clásico adaptado a los tiempos actuales. Su ritmo frenético y corta duración la acreditan como un producto de entretenimiento correcto y válido, aunque sus fallos de guión, actuaciones regulares y efectos especiales que oscilan entre lo espectacular y lo malo le costarán duras críticas. En pocas palabras, tenemos el estereotipo del cine palomero, o como me gusta llamarle, el entretenimiento moderno.