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Birdman: Un nuevo Iñárritu

Birdman
Existen actualmente muy pocos directores que se atreven a salir de su zona de confort tan radicalmente como Alejandro González Iñárritu lo hizo con su Birdman. La historia gira alrededor de un otrora héroe de acción en decadencia, que busca desesperadamente el reconocimiento de sus dotes histriónicos con una ambiciosa adaptación teatral de «What We Talk About When We Talk About Love», de Raymond Carver, mientras lucha con sus disfuncionales colegas, su hija drogadicta y la presión ejercida en su mente por su propio alter ego.

El realizador mexicano se aleja de su famosa narrativa simultánea para ofrecernos un estilo lineal, pero apasionante. La aparente simpleza del argumento hace que un puñado de personajes en espacios reducidos se enfrenten constantemente a los problemas que el guión nos va planteando, todo impregnado de un ácido humor negro y una serie de referencias y críticas al estilo de los blockbusters hollywoodenses que complacerán a los espectadores más exigentes. En este sentido, Birdman no deja títere con cabeza, y arremete repetidas veces contra realizadores y actores, a veces sutilmente, y otras con un descaro y desfachatez aplaudible.

El Birdman de Iñárritu encuentra sus puntos más destacables en el apartado técnico y en los duelos interpretativos constantes. En el primer rubro, no podemos más que alabar la brillante fotografía del también mexicano Emmanuel Lubezki, quien se luce presentando la cinta con un formato de falso plano secuencia. Los admirables movimientos de cámara y la inteligente edición logran definitivamente sumergir al espectador a las entrañas del teatro mismo, colocándolo constantemente cara a cara con los actores, y consiguiendo un sentimiento de intimidad, y en algún punto, de sordidez y claustrofobia pocas veces logrado (pensemos, por ejemplo, en Carnage, de Roman Polanski).

Se debe mencionar también la arriesgada banda sonora, a cargo de Antonio Sánchez, que consiste casi exclusivamente en una batería de jazz improvisado. Su sonido en momentos puntuales acompaña impecablemente las escenas, y logra acentuar el sentimiento de desesperación que poco a poco invade a nuestro protagonista. A esto, sumamos la aparición repentina del baterista en diversas escenas, que remarca el carácter ligeramente surreal que puebla el filme.

Michael Keaton y Edward Norton se comen la pantalla en todas sus apariciones. El primero logra que sintamos empatía por Riggan Thompson, un personaje un poco patético, que está dispuesto a sacrificarlo todo para poder por fin avanzar con su carrera luego de muchos años viviendo a la sombra de su propia creación. El segundo está exquisito como el insoportable, narcisista y pesimista Mike Shiner, un actor en la cumbre de su obra, que no perderá oportunidad para rivalizar con el protagonista, caminando una delgada línea entre el respeto y el odio durante buena parte del metraje. El resto del reparto cumple bastante bien con su función, y cada que son encarados por la cámara en permanente movimiento, logran salir adelante con su expresividad y sus excelentes argumentos.

A pesar de todo, Birdman no es una cinta perfecta. Su duración podrá parecer excesiva para muchos espectadores, pues parece tener más de una oportunidad para terminar el ciclo, pero continúa avanzando un tiempo más. El ritmo, marcado únicamente por conversaciones acaloradas y bromas, podría resultar pesado para aquellos que no acostumbran entrar al cine independiente. Incluso, la película podría considerarse como una guerra abierta contra un cierto tipo de público y un sector específico de la industria, por lo que muchos corren el riesgo de salir ofendidos. Su represalia a los críticos esnobistas puede ser también una manera de asegurar una buena recepción.

En resumen, Birdman es una película que brilla en su apartado técnico, estupendamente dirigida y coreografiada, con un soundtrack arriesgado, un argumento sólido y personajes relacionables, magníficamente actuados. Pese a no estar libre de fallos, se nos presenta como una cinta trascendente en su crítica, y de visionado obligatorio para los cinéfilos, pues seguramente escucharemos más de ella en la temporada de premios. Y para ser honestos, se lo tendrá bien merecido.

Birdman

Fernando Valencia

Economista por profesión, cinéfilo y melómano por convicción.

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