La nueva queja en redes sociales es por la alta demanda que se ha suscitado en el MUAC (Museo Universitario de Arte Contemporáneo) y es que el artista Anish Kapoor ha creado revuelo en las salas del museo, convocando a numerosas personas a mirar su obra de cerca. Asunto que a algunos pequeños snobs ha molestado en gran medida y lanzando fervientes quejas ante los “borregos”.
Escenario 1: «chale, pinche gente, en vez de que vaya a museos se la pasa viendo fútbol»
Escenario 2: «chale pinche gente, atasca MUAC y ni saben quién es Anish Kapoor»
Y así vamos, quejándonos del lado A y del lado B.
¿Por qué atascar las salas del museo si no lo conoces, o si no te gusta el arte, o si no le vas a entender? ¿Qué caso tiene que vayas y atasques las salas, si yo y mis amigos (que sí sabemos admirar lo sublime) no podemos entrar cómodamente? Entonces, el derecho a la cultura, del cual todos podemos hacer uso, para algunos pequeños dictadores está mal. Para ellos, los museos con profundas obras deben tener filtros, exámenes minuciosos que se deban aplicar a todo aspirante que quiera ir a un museo. Una vez que pases el riguroso examen y después de convencer a más de uno para ser parte de la casta podrás, entonces sí, observar y deleitarte con las grandes obras contemporáneas.
Deberíamos preguntarnos cada vez más cómo acercar a la gente a los museos, a las salas de cine y teatro, a las bibliotecas, e intentar desarrollar una audiencia cada vez más crítica y cada vez más sensible, lejos de las hipocresías tendenciosas y pretenciosas que buscan algunos espacios y sus curadores, así como sus asistentes que han encontrado el nicho perfecto para obtener distinción y singularidad. Un lugar donde no incomode tu asistencia por no saber lo que ellos creen que debes saber sobre el arte, sobre la música, sobre la literatura.
Es un hecho que el acceso a ciertas expresiones artísticas se ha convertido en un signo de rango social, pues el pertenecer a los gremios culturales es como tener nuevos títulos nobiliarios. De alguna u otra forma, los accesos a la cultura y el arte deben democratizarse cada día más con miras a tener una sociedad mayormente desarrollada de forma intelectual y emocional, sensibilizar a las audiencias ante las grandes olas de violencia, corrupción, pobreza y discriminación. Esto es una chamba desde las instituciones encargadas de programar contenidos, curadores, gestores y promotores culturales, así como los medios. Se debe dejar de culpar a las audiencias por quedarse a ver tv y, en cambio, buscar alternativas para cautivar públicos capaces de enrolarse con los contenidos, ser críticos y dejar de lado los sellos de autoridad y prestigio, es decir, desmasificar. No queremos museos para unos cuantos, ni queremos que esos cuantos decidan quién merece o no entrar a un museo, a una sala de cine, a consumir tal banda o tal música.
Si es en sí ya todo un reto desmitificar la intelectualidad de los grandes espacios totales como museos y bibliotecas, no nos hacen falta gremios y jurados del acceso a la cultura. Necesitamos mejores estrategias para hacerle frente al arte y la cultura y crear cuestionamientos a los grandes cánones del arte contemporáneo, a las modas estéticas y los sellos de prestigio que tanto miedo nos han enseñado a refutar. Se requiere un derecho y una herramienta de cambio social y no de exclusión.