Seres humanos: criaturas terrenales pensantes, arrastran siglos de evolución e ideología que han esclarecido el panorama del significado de su ser. Véanse ahora, erguidos y firmes con objetos decorados de sueños y esperanzas artificiales, mentes con objetivos diferentes al instinto y emociones que solo los considerados “enfermos mentales” padecían.
No somos iguales, humanos. Todos tenemos quizá dos brazos, piernas, rostro, etc. Pero todo es diferente, ningún cabello es similar a otro, ninguna uña y mucho menos, ninguna huella digital. Somos un tipo de especie en miles de formas, sabores y colores. Somos como un paquete de crayolas de algún pre-escolar, algunos bien cuidados, otros mas pequeños, rotos, etc. En esencia la misma especie pero en distinta presentación.
Se entiende ese punto. Lo que no se entiende, es el aceptar lo diferente.
Tememos que aquel sujeto con rostro extraño nos agreda, o no nos simpatice. Generamos un prejuicio, como una nube encima de nosotros que decanta etiquetas, estereotipos, suposiciones, todas falacias y unas cuantas verdades. ¿Qué hacemos como raza al no aceptar a otros por ser diferentes?
Evolucionar no creo, son millones de años los debidos para tener un cambio radical en la psique y lo físico, y lo que traemos consigo es esa inseguridad hacia lo diferente desarrollada en las cavernas. Casi toda especie huye de lo distinto, intimidante y prepara su mecanismo de defensa mas viable, el de nosotros es la cómoda y gustosa indiferencia o señalamiento.
En la escuela, en clases de “ética” nos dicen “Todos somos iguales y debemos tratarnos como tal” Mentira! No somos iguales, ese de allá no le dan el mismo gasto que a mí, no podrá comprar lo que yo si, y otros mas, el trato correcto es el siguiente: en forma justa. Es justo aceptar las diferencias y hacer algo al respecto, mas allá de si tiene una deficiencia, porque tal diferencia debe ser vista como algo parte de él, su realidad, su mundo, mas no como una carencia.
Lejos del ejemplo que cité, me gustaría llevarlo a dimensiones políticas. El socialismo por eso falla, porque tiende a usar esa bandera del “todos por igual” sin tomar en cuenta la situación y los mundos individuales, lo toman de una forma pragmática y errónea, porque lo ideal y útil no es que todos lleven el mismo salario, sino que lleven un salario acorde al trabajo, y hacer justicia por quienes, como el ejemplo primero, no pueden tener ciertos bienes.
El mundo seguirá desequilibrándose con ideas de igualdad, queriendo dar una pieza de pan a todos, cuando habrán quienes requieran dos o tres, la naturaleza nos provee de todo lo necesario para formar equilibrio y sitonía con ella, y nosotros la corrompemos. Además, se darán cuenta que al aceptar las diferencias del otro, podrán vibrar mucho mejor, sin empezar a criticar o comparar con uno mismo, esas ideas hay que botarlas tallando como mugre en la piel.
O véanlo así, todos somos unos freaks.