Este 11 de mayo, se celebra un año más del ausente gran pintor Eugenio Salvador Dalí. Quien no ha de conocerlo – espero no sean muchos – ha de saber que es un surrealista de hueso colorado. No sólo en sus obras visuales hablaban de ello, si no que vivía completamente como tal. Tenía de mascota un ocelote, y realizaba fiestas diarias en el hotel de Estados Unidos donde residió un buen tiempo. Decía que de ninguna manera regresaría a México, porque “no soportaba estar en un país más surrealista que sus pinturas”.
Español de nacimiento, Dalí nos dejó una vasta obra, no solamente entre sus pinturas, también en el cine con “El perro andaluz” de Luis Buñuel (Surrealista), como olvidar su colaboración en la televisión con el capítulo “Recuerda” del director Alfred Hitchcock (Un grande del género del terror), su “debut” en el diseño del logo de la conocida paleta Chupa Chups o pasar por desapercibido el cortometraje “Destino” de Walt Disney (También español).
Genio cercano, loco irremediable, Dalí es un icono de la cultura mundial. Su obra más famosa “La persistencia de la memoria” es simbólica en cualquier país, tanto, que ha pasado a ser una pieza del marketing con sus relojes derretidos. Su influencia ha sido tal, que al hablar de mostachos o bigotes, no hay nadie más reconocible que Dalí.
Más famoso que Picasso, dirán algunos, las obras de Salvador van acompañadas a veces de poesía de Neruda o de García Lorca, como prefieran. Sus pinturas son complementarias de cualquier arte – o cualquier arte es complementaria de sus pinturas- gracias a su “misticismo científico”. Era un lector empedernido de la ciencia. Reunía en su obra hallazgos científicos, tales como el ácido oxirribonucléico, mejor conocido como ADN en su cuadro “Galacidalacidesoxyribonucleicacid” (Acrónimo del nombre de su esposa y de él) o la teoría de las cuatro dimensiones que se presenta en su pintura “Corpus Hypercubus”. Organizaba, una vez al año, una reunión de científicos y artistas para que debatiesen de varios temas. Más surrealista no se puede ser. También reunía simbología católica, científica y artística en varios de sus trabajos, como «Madonna of Port Lligat» o “The Sacarment of the Last Supper”.
A 110 años de su nacimiento y 25 años de su muerte, Dalí es un ícono. Un misterio para todos, un artista realmente loco. Salvador de 
nuestros días, nos rescata de la monotonía y nos coloca en un inconsciente colectivo, un mundo surrealista. Nos conversa en un idioma extraño y preciso con cada trazo, que no hablamos, pero entendemos. Así es su obra, mística, extraña, un lenguaje mundial. Recordar, en cada verso de la famosa canción de Mecano, al genio que fue en vida, y es en muerte.
«Porque los que trascienden, nunca mueren».
